lunes, 2 de mayo de 2016

El intento de representar la locura y la maldad. 

Federico Serra, Mayo, 2016 para www.axioma21.com.ar. - Durante la segunda guerra mundial (1939-1945) en los campos de concentración, el régimen nazi decidió dejarles el trabajo más macabro y sucio a los propios judíos y no judíos. Estos trabajos eran limpiar los excrementos, juntar los cadáveres, limpiar las cámaras de gas.





 Los propios mandos medios del ejército alemán impusieron esta modalidad ya que la logística del exterminio era un trabajo muy extenuante para sus mismos soldados. De allí que existían deportados judíos hechos prisioneros que colaboraban con los nazis en las cámaras de gas, llamados "Sonerkommando". 

Ellos no solo guardaban los secretos del Holocausto, y por eso vivían aislados del resto, recibiendo algún trato especial como la provisión de comida digerible. Por supuesto  ese trato especial incluía extenderles un poco más sus vidas hasta que fueran asesinados. 



La labor que hacían los "Sonerkommando" pasó a la historia como lo más siniestro del género humano. Motivo que les condenaban moralmente ya que arreaban y cargaban a sus propios compañeros sabiendo que ellos mismos serían los futuros muertos. 

Este será el único telón de fondo y decorado que tendrá el personaje único y principal. Un universo que es el infierno mismo. Fosas, calderas, hornos crematorios, morgues, pedazos de carne humana  consideradas como basura. 

Un escenario que superará a Dante o las pinturas de El Bosco. 
De esto trata "Saúl fia" (El hijo de Saúl) (2015), un desafío de reconstrucción del Holocausto contado desde la mirada de una de las víctimas. 


En este caso de una víctima que hace un trabajo al límite de la condición humana. Film húngaro del debutante László Nemes con guion del mismo y Clara Royer.  Oscar 2016, nominado a la mejor película de habla no inglesa. Globos de Oro 2016, ganadora a la mejor película de habla no inglesa. Cannes 2015,  ganadora del premio FIPRESCI y del Gran Premio del Jurado.


Un film muy poco convencional empezando porque no es un film comercial sino independiente, pero que tiene como fortaleza, contar con el beneplácito de Claude Lazmann el realizador "Shoah" (Holocausto). Obra de gran impacto y acompañamiento por la colectividad judía mundial. 



El mismo director László Nemes de origen judío, tiene un involucramiento especial con este delicado tema ya que las crónicas reportan que sus abuelos perdieron a su familia en el campo de Auschwitz. Por ello el film se sitúa, en las postrimerías de la contienda bélica, cuando el cercado ejército alemán decide implementar "la solución final"  (el exterminio industrial) y allí ubica la acción de Saúl Ausländer, interpretado por el poeta Géza Röhrig cuyo debut como actor lo hace también meritorio.



El nudo dramático es por demás simple y ahí también radica su complejidad. Saúl, como un encargado más de levantar "las piezas"  (los cadáveres de las cámaras de gas) llevarlos a su incineración, vaciar las pertenencias de las víctimas en busca de oro para entregárselos a las jefes. Hasta que un día, entre las víctimas encuentra a un niño que todavía está vivo y trata de salvarle infructuosamente ya que un oficial acabará con su poca respiración, a los pocos minutos. 

Sobre este punto girará todo la película. La obsesión de Saúl por dar una sepultura de acuerdo a la tradición judía de rezarle el Kadish. Saúl, acometerá una labor peligrosa y subversiva en busca de un Rabí que cumpla con este propósito. En principio Saúl declara que es su hijo, pero sus compañeros, más ocupados en salvar su propia vida no le creen. Calla su verdad y hace de esto su propósito superando cansancios fuera de la escala humana. 

Impulsado por el amor, como único motor, Saúl, pasa a un tipo de acción que está lejos de conseguir un arma.  Quiere hacer sobrevivir la tradición judía en peligro y su propia dignidad. 

Además del tema, por demás delicado y todavía vigente, el director enfrentó otro desafío. Hacer algo distinto después de grandes hitos en el cine mundial como "Noche y Niebla" de Alain Resnais, ‘El pianista" de Román Polansky, ‘La lista de Schindler’ de Steven Spielberg o la ‘La vida es bella’ del conmovedor Benigni. 



El novel director hizo declaraciones al respecto de su frustración con los films de Hollywood al respecto, sin embargo, no sabemos su opinión, con respecto a los hitos de films nombrados antes que ya forman parte de la historia del cine. Lo cierto es que cuando se tiene un propósito firme (¿ideológico? ¿religioso? ¿cultural? filosófico? o todos ellos juntos...)a la pantalla grande se llevan productos no convencionales desde una producción independiente y de bajo costo que trasciende el film mismo. 

Compaginar ciento siete minutos que dura el film con una cámara en mano, prácticamente todo en primer plano y con un único personaje parece más que un desafío, un imposible capricho en este film rodado en la Europa del Este. La obstinación del director de ahogar lo visual bajo una permanente sensación mirada de agobio y encierro, es el empleo de la pantalla cuadrada de formato 1.33:, full frame o formato 4:3.


De allí que dé inicio el espectador se ve limitado dado su usanza de visión ya que el formato cuadrado recorta los costados. Es una imposición de estilo que el director László Nemes establece como campo visual. La cámara en mano con su nervioso movimiento y el forzamiento a un primer plano a lo largo de toda la cinta completa la dictadura del modelo estilístico.

Por tanto: Al limitar el campo visual. Al no verse otra cosa que un primer plano el espectador es un personaje no visible que se incorpora al film.

Según parece, esa es la intención de László Nemes. Que seamos parte del campo de concentración. Y no hay duda que lo logra por la fuerza del relato.
La pregunta que queda por responder, es saber si por medio de estos elementos se descubre una nueva visión del horror humano.

¿Alcanzará con la pantalla cuadrada, la cámara en mano y los fondos desenfocados para vivir la asfixia de Auschwitz? ¿el espectador invitado a ser un personaje invisible y compañero de Saúl vive la situación de Saúl? El dilema se plantea cuando se quiere traspolar el horror a una experiencia estética por medio de un estilo. Pareciera que László Nemes se metió en "Cul de Sac" (calle sin salida) un sin salida que donde lo fenoménico se mezcla con lo ético y el mundo real imposible de ser representado a cabalidad porque es otra dimensión.



La otra calle sin salida por la que dobla el director László Nemes es nada menos que componer algún cuadro entre lo consciente de Saúl y el contexto de la representación desde el objeto mismo de conciencia. 

Y en esto último parece que no le fue nada bien, ya que el recorte de la imagen con la imposición de ver siempre el rostro de Saúl, moviéndose de un lado al otro termina por agobiar al espectador-invitado que espera a ver qué sucede en la historia. Pareciera que László Nemes opta por la primera elección más por una índole ética y moral que estética. Le dice al espectador "Mirá" esto y solo esto. 


Algo que lo acerca a los expresionistas alemanes en su obsesión porque la cámara encuentre lo que es necesario ser contemplado.  Si por cercenar en el campo visual se trata, ya el primer cine mudo usaba los círculos y otros. Por ello lo de László Nemes principalmente tampoco es una elección narrativa. Y el empleo de la cámara subjetiva permanente es como un intento desesperado para mostrar el infierno. A pesar de ello, es solo una cinta.



László Nemes nos cercena los costados de la imagen y nos desenfoca los fondos para la contemplación de un personaje que solo obedece, no cuestiona, ni siquiera interiormente nada, Su caminar es de autómata, también es su mecanismo de defensa. Todo es sugerido de manera minimalista, hasta cuando dos prisioneros tienen sexo. En esa puesta de close-up, de lo mínimo también se emparenta con la escuela expresionista. 

Ahí es donde el director tiene el mayor logro. En la humildad de la representación y lo representado ya que sabe que con el horror y la muerte poco puede hacer el cine. Para filmar el infierno hay que tener el ojo del diablo. Por ello el actor Géza Röhrig en un papel más que increíble solo nos induce con su rostro pétreo y a veces eléctrico a recorrer el infierno. No es poco.

Una puesta minimalista dada por el recorte de lo visual que indica de modo único la experiencia de angustia y terror del protagonista, y lo sugerido del sonido, por momentos casi gutural, por momentos solo gemidos a lo lejos,  y con unas mezclas fonéticas que saben a extrañamiento, por tramos el film se acerca más al teatro y a lo sugestivo de la radio. 

El espectador imagina mucho más que los hechos narrados, ya que no ve ninguno de manera nítida, por ello el espectador a lo largo del film tiene un papel más intuitivo de las atrocidades y eso lo hace sentir incomodidad y miedo. «Mi objetivo era enseñar menos para hacerles sentir más» declaró László Nemes. Otro acierto. Tal es su potencia que difícilmente el espectador quiera volver a visualizar "El hijo de Saúl" (Saul fia)

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